jueves, 24 de febrero de 2011

Teatro y público

El teatro es algo que sucede de verdad. Los actores están en escena físicamente, y el público siente viva su presencia. Pero también los actores sienten la presencia del público (simpático o frío) que está influyendo en la representación y puede provocar el éxito o el fracaso de la obra. Entre el escenario y el auditorio se establece una relación de reciprocidad, una tensión que no sucede ni en la tele ni en el cine. 

"To be or not to be" Ernst Lubitsch 1942
En el teatro se asiste y en buena medida se participa. Es preciso que el público acepte sus reglas, que lo perciba como ilusión. Hay un autoconsenso, un deseo de creer que lo que ocurre es real (como cuando vamos al cine a ver una película de animación, y durante ese tiempo, estamos abiertos al engaño). En el caso del espacio teatral, en parte se trata de obviar que hay otras butacas. Hay por tanto, que aceptar las reglas del juego escénico. Introducirnos en el ambiente de lo representado, que es otra realidad. Y lo habitual es que los actores se comporten como si ese espacio que tienen enfrente estuviese vacío. Estas reglas tienen vigencia desde el principio hasta el final del espectáculo, cuando los actores se presentan para recibir los aplausos. 
Ocurre que cuando comienza una representación, en la escena ocurre algo mágico. El actor, deja de ser una persona y pasa a ser otra, un personaje. 

Todo es ficción: la escenografía (vestuario y decorado, cuerpo y espacio), la trama. 
Si el fin es despertar emociones, toda esa ficción ha de encaminarse hacia tal propósito, de forma que las caracterizaciones se exageran en muchos casos hasta la caricatura. Y además debe ser creíble en la medida de lo posible (si aceptamos que las flores a veces cantan, o que el recién nacido niño Jesús se acerca a la edad de su madre hasta lo fisiológicamente imposible –claro que una vez aceptada la inmaculada concepción puede ser más sencillo-). 

El teatro ha llegado hasta nosotros a través de una larga tradición. Las obras de Molière, escritas hace más de trescientos años, trasladan al auditorio a una situación histórica lejanda, a la vez que lo divierten. 

Para disfrutar el teatro hay que creérselo, pero para apreciarlo es muy útil conocerlo. Ir al teatro es una elección que requiere una intención; la de estar en compañía de otras personas, con una actitud muy diferente de la que adopta el espectador de televisión. 

La vida es una buena obra de teatro con un tercer acto mal escrito
Truman Capote

marta guirado

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